En la era digital actual, no solo nuestras interacciones, sino también los objetos a nuestro alrededor, han comenzado a transformarse de manera radical. Lo que alguna vez fue tocable y físico, ahora se encuentra en un estado de intangibilidad. Este fenómeno es lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han denomina "las no cosas" para referirse al hecho de que ya no interactuamos con objetos, sino con flujos de datos, servicios en la nube y pantallas. En este texto, exploraremos cómo las no cosas están moldeando nuestro presente y qué implicaciones tienen para la forma en que experimentamos el mundo.
De lo tangible a lo digital
Hace algunos años, nuestra relación con el mundo estaba mediada por objetos: libros, fotografías, mapas, discos. Estos objetos no solo tenían una función práctica, sino que poseían un valor emocional, ya que su carácter físico los hacía "propios". Sabíamos dónde estaban, los podíamos tocar, y estaban atados a nuestras experiencias diarias. Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de estos objetos han sido reemplazados por su versión digital: los libros son archivos electrónicos, las fotografías viven en la nube, los mapas son interactivos en nuestros teléfonos y la música ya no se colecciona en vinilos, sino en playlists (aunque existen algunos defensores del disco que todavía preservan esta técnica).
Esta transformación no es simplemente un cambio en el formato; es un cambio en nuestra relación con el mundo. Ahora, todo aquello que alguna vez fue físico se ha convertido en información que fluye de manera inmaterial, y nosotros mismos nos estamos habituando a interactuar con este nuevo mundo de datos. En este punto es importante detenernos a pensar: ¿qué pasa cuando los objetos dejan de existir en su forma tangible?
El impacto de las no cosas
Las no cosas, a diferencia de los objetos físicos, no ocupan espacio, no envejecen ni se desgastan. Parecen tener una naturaleza eterna y sin fricción. Sin embargo, esta inmaterialidad también trae consigo una serie de consecuencias profundas. Al no poder tocar, oler o experimentar el desgaste del tiempo en nuestras pertenencias, nuestra relación emocional con ellas cambia.
Por ejemplo, antes, un libro que leíamos y subrayábamos se convertía en un testimonio de nuestras ideas y pensamientos en un momento dado de nuestra vida. Ahora, el texto que leemos en un dispositivo no deja rastro alguno de nuestras interacciones. Se convierte en algo efímero, y con ello, nuestra experiencia también se diluye. Lo mismo sucede con las fotos que tomamos, que son acumuladas de manera infinita en nuestros dispositivos, sin pasar nunca por la experiencia de "revelarlas" o verlas físicamente.
La sociedad de la información y mercado.
Este cambio hacia las no cosas está fuertemente vinculado con la sociedad de la información. En lugar de objetos, ahora consumimos datos. Nuestra identidad, nuestra memoria y hasta nuestras relaciones se han digitalizado y son gestionadas por plataformas que acumulan enormes cantidades de información sobre nosotros. Este desplazamiento no solo afecta a nivel individual, sino que también tiene repercusiones a nivel global, ya que los datos se han convertido en la nueva mina de negocios de mundo.
Surge entonces una pregunta: ¿somos conscientes de este proceso? Al igual que con los gestos digitales, las no cosas no son fácilmente visibles ni rastreables. No podemos "tocar" los datos ni ver cómo se acumulan. Vivimos rodeados de información, pero, al no poder aprehenderla físicamente, a menudo olvidamos su peso y relevancia.
El problema de las no cosas no radica en su existencia, sino en nuestra adaptación a ellas. Al vivir en un mundo de información y datos, nos vemos enfrentados a una nueva forma de interactuar con el entorno, en la que la inmediatez y lo efímero prevalecen sobre lo duradero y tangible. Sin embargo, este tipo de interacción nos deja, en muchos casos, con una sensación de desconexión. Los objetos físicos siempre tenían un fin, un lugar y un tiempo en nuestra vida. Las no cosas, en cambio, están en todas partes y en ninguna al mismo tiempo.
Esto plantea una reflexión importante: ¿cómo podemos reconectar con el mundo si lo que nos rodea ya no es algo que podemos tocar o sentir? Vivimos inmersos en datos, pero esa experiencia es fugaz, y mientras más dependemos de las no cosas, más se diluyen nuestras experiencias significativas.
No pretendo ofrecer todas las respuestas a través de este texto, pero sí acercarnos al debate al respecto. Las no cosas llegaron para quedarse y aunque las analicemos desde una perspectiva crítica, también llegaron para hacernos la vida más fácil en muchos aspectos. La digitalización de nuestra vida cotidiana nos ha llevado a un mundo en el que los objetos tangibles son cada vez más escasos, y en su lugar, los datos dominan nuestra interacción con el mundo. Esta transformación, aunque eficiente y práctica, también nos invita a reflexionar sobre las pérdidas que conlleva. Quizás el reto más grande no sea adaptarnos a un mundo de no cosas, sino aprender a encontrar sentido en un entorno cada vez más inmaterial.
Texto basado en la obra de Byung-Chul Han, "No-cosas: Quiebras del mundo de hoy" de editorial Taurus.
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Han, B.-C. (2021). Las no-cosas: Quiebras del mundo de hoy. Taurus
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