En 1983 un astronauta Estadounidense afirmó haber visto a Elvis Presley durante uno de sus viajes espaciales. Lo afirmó y lo sostuvo con estoico fervor frente a la prensa, su familia y sus superiores.
Según tu edad, Elvis podría parecerte una estrella o un viejo aburrido. De cualquier forma la historia del astronauta no es tan descabellada. ¿Cuántas cosas tan increíbles nos pasan? Y cuando suceden y las contamos a otros, y nos miran con cara de asombro o lástima no nos importa si nos creen o no. Lo contamos por el placer de hacerlo, sin esperar algo a cambio.
Yo le creo a ese tipo. Primero, porque Andrés Calamaro afirma en una canción que Elvis está vivo. Y lo que dice Andrés para mi es religión. Pero lo más importante: porque a lo largo de mi corta vida he vivido escenas muy difíciles de explicar. Por ser tan únicas tanto como por ser tan sacadas de un libro de realismo mágico.
No voy a hacer de este texto una autobiografía. Sólo quiero decir que si ese astronauta me hubiera encontrado por la calle y con su fervor me hubiera contado que vio a Elvis, yo le hubiera creído. Incluso hubiera tenido un abanico de historias para contarle, igual o peor de increíbles. O probablemente lo hubiera mirado como a un loquito del centro. No lo sé.
Pero sí sé que todo lo bueno que vivimos no tiene mucha explicación. Y que a veces es mejor guardarse ciertas historias para uno mismo. Recordé todo esto porque últimamente y muy seguido me he sentido el Astronauta que vio a Elvis.
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