La vida es un constante
apostar.
Y apostar no es para cobardes.
Vas y te plantas
frente a aquello
que te hace sudar frío
y cargas una bala,
en la recámara de un revólver.
Y esperas, claro
lo mejor.
Pero jalas,
porque sino
la duda del hubiera
va ser tu pena eterna.
Y te juro que he visto
a las mejores mentes
de mi generación
volverse un eterno
hubiera.
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